Porque vendemos hogares y quizá sueños
Ahora que se acerca la Navidad, época que por cierto me encanta desde siempre, me ha venido a la cabeza la primera operación que cerré pocos días después de retomar mi andadura inmobiliaria el pasado mes de octubre.
No los llamaré por su nombre ya que respeto enormemente su intimidad.
Una tarde de mediados de octubre, se acercan a mi oficina una pareja con un niño pequeño buscando piso para los tres. Tenían muy claro lo qué querían y en qué zona y me puse manos a la obra. Ocho días más tarde les llamo para decirles que había encontrado el piso que buscaban. Concerté visita para el día siguiente y nada más verlo dijeron que sí, que tenían claro que ése era el piso.
¿Y qué tiene de especial esta historia tan común a muchas otras, os estaréis preguntando?
Pues la historia de ellos tres y cómo me hicieron partícipe de ella: esta pareja se separó después de tener un hijo en común y hace pocos meses y tras años separados decidieron darse una segunda oportunidad. Lo peculiar del asunto es que en ese momento aún vivían cada uno por separado, llevando la reconciliación en secreto y yo era la primera persona con la que se sinceraban. Hablamos un buen rato, todo me pareció hermoso y muy emotivo, sobre todo porque sé que a ese niño le había tocado el mejor regalo de su vida (quién sabe, igual pidió un deseo) y a mí los niños me tocan mucho el corazón.
Éstas van a ser sus primeras navidades juntos después de varios años y yo estoy feliz de saber que he contribuido a encontrar el hogar que estaban buscando y agradecida por la confianza que depositaron en mí.
Familia, me alegro enormemente, os deseo la mejor de las suertes y el deseo de volver a veros
Hasta siempre
Estrella Fernández Aguirre